PAGANDO CULPAS
En el año 1892, vivía en el Valle Sagrado del Cusco, en la zona que hoy conocemos como Huayllabamba, un hacendado que respondía al nombre de Evaristo Ortiz de Orué. Se trataba de un hombre muy rico pero que no sentía amor por nadie, llegó a tener mas de 14 hijos en diferentes mujeres, muchas de ellas sometidas a sus bajos instintos.
Cuando Evaristo cumplió la edad de 55años, vio nacer a uno de sus numerosos hijos, curiosamente la mamá de éste último niño falleció mientras daba a luz, y Evaristo algo molesto no tuvo más remedio que hacerse cargo del pequeño. Para suerte de la criatura, era muy evidente que el bebé había heredado hasta los más mínimos rasgos físicos del hacendado Ortiz, tanto fue su agrado al verlo que lo hizo bautizar con su mismo nombre (Evaristo Ortiz de Orué hijo).
Con el pasar de los años el pequeño Evaristo fue creciendo y fue adoptando muchos de los comportamientos de su progenitor. Llegó a la edad de 16años y su padre vió por conveniente enviarlo a la ciudad del Cusco donde también tenía una casa en lo que hoy forma parte del distrito de Santiago y quedó al cuidado de su padrino (Don Marcial Ruiz).
Siendo el joven Evaristo el engreído del hacendado, vió por conveniente poner a su servicio alguien que le pueda preparar la comida, alguien que le pueda lavar la ropa y que limpie la casa mientras el heredero se dedicaba al estudio. Fue el mismo Evaristo hijo quien seleccionó a la persona indicada para la realización de esas labores, doña Elvira fue la elegida quien solicitaba un pago de 3 monedas de oro por sus labores, a lo que el joven Evaristo le dijo que le pagaría 6 monedas de oro, pero con la condición que la realización de sus tareas sea impecable, caso contrario le descontaría por cada error que pudiese cometer, doña Elvira puso todo su empeño aludiendo que el joven heredero del hacendado era muy gentil y dadivoso, valía mucho la pena hacer el mejor esfuerzo. Finalmente llegó el dia de la paga, y Evaristo hizo llamar a la laboriosa Elvira quien muy contenta acudió a recibir su pago sin esperar que el joven Ortiz tuviese una enorme lista de reclamaciones como: la comida que hacia estaba muy salada, la limpieza estaba mal hecha, que su ropa estaba mal lavada y que el mismo tuvo que volver a lavar su ropa mas de una vez, y lo peor de todo es que se la había perdido objetos valiosos de la casa y que la única extraña ahí era doña Elvira, asi que por consideración a sus canas no la denunciaba y era mejor que se vaya antes que comience a cobrarle todo lo que se había perdido. La desconsolada Elvira salió de la casa echando lagrimas que maldecían el mal actuar del inconsciente joven Ortiz.
Los años pasaron y el hacendado ya había fallecido y su heredero se había convertido en un hombre digno de su padre, solo sentía amor por si mismo.
Margarita Medina era una muchacha muy bella y enamoradiza, quizás tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de un hombre como Evaristo, quien le había prometido poner la luna y las estrellas a sus pies, promesas de amor que cautivaron a la muchacha e hicieron que se entregue en cuerpo y alma hasta el punto de quedar embarazada.
Tal como había hecho su padre, en esta oportunidad Evaristo Ortiz de Orué hijo, había negado toda responsabilidad, increpó a la joven Margarita diciendo que busque al verdadero padre de la criatura porque él no estaba dispuesto a reconocer hijos ajenos, quitándole a la muchacha las ganas de vivir y empujándola a cometer una locura (colocó su cuello en una cuerda y se ahorcó estando embarazada).
Pasaron muchos años para que Evaristo recapacite y se de cuenta del daño que había causado a personas inocentes, se culpó a si mismo y pedía a gritos la manera mas razonable de pagar sus errores, su conciencia lo atormentaba y quizás fue algo tarde para arrepentirse y condenar los actos que el mismo había cometido, pues se propuso ayudar a todo aquel que sea sometido a cualquier tipo de abuso.
Era una noche del mes de junio en el Cusco, y un viento helado acompañaba a un hombre que cruzaba la plazoleta de Santiago e iba rumbo a la casona de Evaristo con quien solicitó audiencia indicando que debía comunicarle actos de abuso por parte de una persona desalmada. Evaristo acudió inmediatamente al llamado del misterioso visitante que respondía al nombre de Juan, quien después de pedir una disculpa indicó que necesitaba la valiosa opinión del dueño de casa.
Juan comenzó a describir los actos terribles de un indeseable que se había aprovechado de los menos privilegiados, así mismo el susodicho se había desentendido de las responsabilidades que debía cumplir, y hasta llegó a causarle la muerte a una inocente. “Me han dicho que Ud. es un hombre justo, y es por esa misma razón que estoy aquí solicitando su opinión. ¿Cuál debería ser el castigo para tan cruel personaje?”. Evaristo nuevamente comenzó a sentir culpas y se limitó a decir “Solo hay una manera de hacer justicia con tan cruel personaje, pues tiene muy merecida la muerte”. A lo que Juan respondió “Eso mismo pienso yo”, sacando una daga que incrustó en el pecho de Evaristo continuó diciendo “Mi nombre es Juan Medina y vine en busca de justicia, has causado mucho dolor en personas inocentes y por tu culpa murió mi hermana Margarita”.
Vista panorámica de la Ciudad de Cusco, con dirección al distrito de Santiago.
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