Durante la colonia vivía en Cusco Don Francisco de Cartagena, un joven exitoso y acaudalado comerciante dueño de una basta fortuna quien tenia como mejor amigo a Don Fermín Alarcón, un laborioso herrador quien supo ganarse la entera confianza de Francisco. El Sr. Cartagena como muchos lo conocían era un alma generosa y acogió en su casa a Fermín quien junto con Maruja su esposa fueron los mas fieles trabajadores que tuvo.
Fermín y Maruja eran ambos muy hábiles para llevar la administración de los negocios de Francisco, es con esta confianza que el generoso patrón deja sus negocios para enrumbarse a las minas y generar más capital, esta ausencia era constante y cuando regresaba al Cusco se daba cuenta que sus negocios no pudieron estar en mejores manos puesto que Fermín y Maruja lo administraban como si los negocios fueran propios. Un dia inesperado la pareja Alarcon se lleva una sorpresa, pues Maruja había sido bendecida con un hijo a quien pusieron de nombre Lucas y a quien no dudaron en entregarle un padrino como Francisco. Desde ese entonces los lazos de amistad se habían fortalecido mucho mas y no había en Cusco mejores amigos ni mejores compadres que Fermín y Francisco.
Pasó un tiempo y llegó a manos de Francisco un telegrama desde la capital en el cual le informaban que su señor padre Don Alfredo de Cartagena había fallecido y su madre exigía su presencia.
En ese momento Francisco se dio cuenta que su madre había quedado sola y que como hijo era su deber y obligación acudir a ella y ayudarla con los negocios que había dejado su padre. No tuvo que preocuparse mucho puesto que sentía que su deber como padrino era dejar sus bienes del Cusco a su ahijado y es así que llamo a Fermín y le dijo: “Compadre, han surgido circunstancias muy tristes en mi vida y se me exige ausentarme del Cusco de manera indefinida, voy a ver cómo me va en tierras lejanas junto a mi madre y es aquí que acudo a su extrema generosidad y pueda Ud. Seguir administrando mis bienes en Cusco y si en 10años NO regreso quiere decir que todo me fue bien y no es necesario mi retorno y en ese caso todos los bienes que poseo aquí pasaran a nombre de mi ahijado, pero en caso regrese al Cusco antes de los 10años lo haré para trabajar juntos y del mismo modo compartiré mis bienes con Ud.”. Fermín respondió “No diga eso compadre, con esto me está demostrando que todo lo suyo es mio y todo lo mio es suyo, pierda cuidado que voy a cuidar de sus bienes como si fueran los mios propios y en caso Dios nos permita estar juntos de nuevo, pues asi lo haremos, juntos como una familia”.
Al día siguiente entregaba Francisco de Cartagena a Fermín Alarcón el total de sus bienes y una cuantiosa suma de dinero los cuales pasaran a nombre de su ahijado y de toda la familia Alarcón en caso no volviese en 10 años. Sin otro arreglo ni alguna otra formalidad partió Francisco llevando muy buenos deseos de su compadre Alarcon y la cariñosa despedida de su comadre Maruja.
Transcurrió un año, inmediatamente pasaron cuatro años y también seis años, las cosas en Cusco habían cambiado un poco, Fermín había logrado mantener la fortuna de Francisco y se acostumbró de sobremanera a llevar una vida llena de lujos (vida que no le correspondía, pero que le tocó llevar), ya había pasado mucho tiempo y veía realmente improbable el retorno de Francisco de quien en los últimos 8 años no recibió noticia alguna.
Era una tarde de diciembre y en Cusco se celebraba la novena en honor a la Linda de la Catedral donde acudía Fermín junto a su familia, y es cuando están saliendo de la Catedral que en frente de ellos se presentó el compadre Francisco de Cartagena, quien lamentablemente había perdido a su madre y junto con ella todos los bienes que había dejado su padre y regresó al Cusco muy tranquilo puesto que sabia que aquí tenia un compadre, una familia y aun muchas propiedades.
Francisco al ver a Fermín le dijo: “Compadre”… Pero éste sin dejarlo continuar respondió: Creo que usted se equivoca con algún otro. Francisco creyó que el trascurso del tiempo y el cambio de su fisonomía quizás hubiesen hecho que Fermín lo desconociera y tornó a decirle: ¿Cómo mi paisano, tan poco piensa usted en su compadre Francisco de Cartagena? Soy él, vuelvo porque la fortuna me ha hecho un gesto muy feo y preciso es que arreglemos nuestros asuntos, pues aún faltan dos años para el vencimiento del plazo.
Pues paisano, replicó Fermín, digo que no lo conozco y que usted me equivoca con alguien más. Francisco no lo podía creer y reaccionó diciendo ¿Podría usted jurarlo?, a lo que Fermín respondió "porsupuesto que sí".
Conociendo Francisco la gran devoción de Fermín por la Linda de la Catedral y por el gran respeto de tenerle a Dios le dijo “¿Sería capaz de jurarlo delante de Dios y de nuestra Divina Señora?” A lo cual Fermín respondió “Por qué no, si lo que aseguro es la verdad”
Francisco quedó estupefacto con tal respuesta, contentóse con decir a Fermín: “Para quedar satisfecho, sólo quiero que mañana vayamos juntos a la misa de fiesta en honor a Nuestra Linda de la Catedral, y que al alzar la hostia el sacerdote, jure usted como ahora lo ha hecho. “¿Y por qué no?” respondióle bruscamente Alarcón.
“Mañana lo veré” a lo que Fermín le dice: “Lo veréis”.
Azorado y temeroso salió Francisco meditando las palabras: "Maldito sea el hombre que en el hombre confía".
Era 08 de diciembre y la Catedral del Cuzco celebraba a la Virgen de la Concepción, en plena misa de fiesta y entre la multitud se distinguían dos hombres arrodillados, uno al lado del otro: eran los antiguos compadres.
Llegado el momento terrible, sonaron las campanillas, el sacerdote elevaba entre sus manos la hostia consagrada y Francisco decía a su compadre “Levantaos y jurad que no me conocéis”. Alzóse Alarcón y juró.
Francisco quedó frio y temblaba por la profanación del templo, veía desplomarse las naves para sepultar en sus ruinas al infame e ingrato compadre.
Concluido el sacrificio de la misa, Francisco abandonó la casa de Dios sin atreverse a mirar el perjuro y santiguándose repetidas veces, decía: "mi compadre y gran amigo, cierto es que nunca lo conocí".
Mientras tanto, Fermín retirándose tranquilo y a paso lento se disponía a atravesar la calle del "Medio", mas al llegar a la esquina comenzó a sentir un olor pestilente y en eso se le presenta un negro torbellino que se apoderó de él y pudo ver muy aterrado la cara del mismo lucifer quien reclamaba su alma con todo derecho por el falso juramento que había cometido. Fermín muy aterrado quiso escapar del torbellino y sin poder remediarlo se tropezó en una piedra y cayo tendido en el piso muerto y con el rostro lleno de espanto, las personas que atestiguaron lo ocurrido tenían muy claro que fue el demonio quien apareció y se llevó a Fermín Alarcón y es por eso que las autoridades eclesiásticas ordenaron colocar una cruz en este mismo lugar, cruz que con los años fue trasladada al Cementerio de la Almudena y que se encuentra ahí hasta el dia de hoy, asi mismo tratando de recuperar parte del Cusco colonial se puso nuevamente una cruz en la calle del medio donde aconteció este hecho.
Pasaron los días y Maruja se dio cuenta del gran error que había cometido su difunto esposo y antes de irse a tierras lejanas pidió disculpas a Francisco y devolvió todos los bienes que en verdad le correspondían.
Fotografia de la Inmaculada Concepcion
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