martes, 7 de febrero de 2023

HISTORIAS DE CUSCO - El Español Pedro de Loaiza y el indio Choqqe.

 TRADICIÓN EN SAN CRISTÓBAL - HISTORIA DE PEDRO DE LOAIZA Y EL INDIO CHOQQE

En nuestra ciudad del Cusco, allí por la calle Procuradores vivía un español que respondía al nombre de Pedro de Loaiza, a pesar de su origen español y el cargo de procurador que tenía, siempre estaba en necesidad económica, a veces no tenía ni para comer por la gran cantidad de hijos que llegó a tener, ni siquiera a ellos podía vestirlos bien.

La situación del procurador no podía ser peor cuando su esposa Catalina le dijo "Esposo mío, una vez más Dios nos está bendiciendo con un hijo". Don Pedro sentía entrar en desesperación, ni la ayuda que recibía de sus amigos le alcanzaba. Pues cada quien andaba con sus propios problemas.

En esa antigua sociedad cusqueña, vivía un personaje a quien todos llamaban el indio Choqqe, aquel indio vivía en la Casona que perteneció a "Atau Yupanqui", un antiguo general Inca, en lo que hoy conocemos como calle Ataúd. Resulta que el indio Choqqe nunca tenía necesidad a pesar de su condición de indio, tampoco es que vivía ostentosamente, pero dinero nunca le faltó.

Don Pedro sabía que el indio Choqqe acudía siempre a parroquia de indios en San Cristóbal (hasta dinero tuvo el indio para hacer el cargo del patrón alguna vez). Es así que un día, el indio Choqqe es abordado por Don Pedro de Loaiza quien le dice: 

- "Estimado Choqqe, es un inmenso gusto poder verte en misa de domingo aquí en San Cristóbal". 

   - A lo que el indio responde "El gusto es mío Don Pedro, pero que lo trae por aquí?, Ud siempre acude a misas de domingo en la Catedral". 

    - A lo que Don Pedro responde. "Es correcto mi querido Choqqe, pero he venido aquí junto con mi esposa Catalina para pedirle un favor, resulta que mi esposa acaba de tener un hijo mio y queremos que Ud. sea su padrino, esperamos que puedas acceder a nuestra petición".

    - A lo que el indio sorprendido responde "Don Pedro, un hijo más? Acaso no ha tenido ya muchos?, pero cierto es que un hijo es alegría pura, estamos cerca a la fiesta del patrón San Cristóbal y no le puedo decir no a nada. Claro que acepto ser su compadre Don Pedro". 

La pareja de esposos, muy contentos, le dieron como padrino a su último hijo a un indio llamado Choqqe y el bautizo se realizó el mismo día en el que se rinde homenaje al Patrón San Cristóbal.

Pasaron los meses y la situación de Don Pedro no había mejorado, el indio Choqqe solia ver a su comadre Catalina pidiendo caridad en cercanías de la Catedral. Con ese fuerte vínculo que acarrea el compadrazgo, el indio Choqqe se ve obligado una noche ir a visitar a su compadre y pedirle su compañía para caminar un poco. Don Pedro sin dudarlo le hace caso, y en el camino le dice "Querido compadre, he visto que sigues pasando necesidad, no me gusta ver a mi comadre en esa situación ni mucho menos a mi ahijado, yo te voy a ayudar, pero quiero que confíes en mi y te cubras la cara y solo camines a donde yo te llevaré, por ningún motivo tienes que ver por donde vamos", Don Pedro le hace caso, algo disgustado por que percibió desconfianza por parte de su compadre, ambos comenzaron a caminar, y con los ojos vendados el procurador imaginaba caminar por calle Ataud, luego Huaynapata, pensó estar pasando la calle ladrillos, quizás volteo por Choquechaka, hasta que en eso a través de su venda logra percibir tremenda luminosidad, el indio Choqqe le quita la venda y Don Pedro no podía creer lo que miraba, nunca antes en su vida había visto tanto oro, a lo que el indio Choqqe le dijo "Este es el oro sagrado de mis ansestros, este perteneció a mi Señor Huascar, solo podemos tomar lo necesario, así que llena este saquillo y vuelvete a cubrir los ojos. Don Pedro hizo lo que el indio le dijo y con los ojos cubiertos, pero esta vez con un saquillo lleno de oro, volvieron a la caminata secreta, imaginando siempre Don Pedro por que calles pudiese estar caminando, pero sin tener ninguna certeza de ello.

Los días pasaron y la situación de Don Pedro comenzó a cambiar, llevaba mejor ropa, sus hijos comían a satisfacción, la comadre Catalina se daba el lujo de lucir algunas joyas, todo parecía haber mejorado, pero el indio Choqqe comenzó a tener malos presagios en su mente.

Una mañana de domingo, Don Pedro de Loaiza acude a la casa del Indio Choqqe y le hace una petición que el indio ya veía venir. "Querido compadre, eternamente agradecido estoy contigo puesto que me has ayudado y hoy no tengo las necesidades que antes tenía, pero preciso es que me ayudes una última vez, el dinero se acaba y antes que eso suceda quisiera comprarle una casita a tu comadre y a tu ahijado, para vivir tranquilos el resto de nuestras vidas. Algo desconfiado el indio Choqqe aceptó pero con las mismas condiciones que el español no debía ver el camino por donde iban. Don Pedro dijo que no tenía problemas en ello. Esa misma noche comenzaron ha hacer el recorrido desconocido, el español con los ojos vendados, y el indio Choqqe guiandolo en el camino, esta vez parecía una ruta distinta. "No caigas en tentación compadre Pedro, por nada debes quitarte la venda de los ojos hasta que lleguemos", "No lo haré". Pero en eso el indio Choqqe noto que de los pantalones de Loaiza caían periódicamente pequeños granos de maíz, y había estado dejando señalizado el camino hacia el tesoro de Huascar, el indio se molesto mucho y le dijo "Español tenias que ser, no tienes palabra, ni respetas la confianza de un compadre. Olvidate de mi y de mi ayuda, hasta nunca".

A la mañana siguiente la policía tocaba la puerta del indio Choqqe en la calle Ataúd, lo llevaron detenido por una denuncia que había hecho Pedro de Loaiza, el indio oculta un gran tesoro y preciso es que lo entregue a la policía, pero el indio desconició la existencia de ningún tesoro. Lo golpearon para que confiese, pero nunca salió una palabra de confesión, lo torturaron tan duro hasta que finalmente murió el indio Choqqe en medio de la poca culpabilidad del ingrato compadre.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

HISTORIAS DE CUSCO - Origen de la calle Concevidayoq

 MILAGRO EN LA CALLE DE LA MULA (CONCEVIDAYOQ)

En una de las calles céntricas del Cusco colonial, se ubicaba la casa de un español que respondía al nombre de Juan Ingunza y Cabrera, un hombre maduro y de buen corazón quien se había enamorado perdidamente de una mujer muy joven descendiente quechua y recién bautizada con el nombre de María Concepción, logró casarse con su amada e hicieron una vida juntos. Don Juan sentía tenerlo todo puesto que salud, dinero y amor nunca le faltó. La pareja vivía muy feliz en aquella casona llena de comodidades, pero con el pasar de los años la casa parecía triste, algo le faltaba, quizás un poco de ruido, quizás algo de alboroto, quizás los lloriqueos de un bebé.

Don Juan notaba su mayoría de edad, lamentablemente nunca había tenido hijos, su único consuelo era que su esposa era muy joven aún y en cualquier momento podía quedar embarazada, pero tristemente ese momento nunca llegaba. Los años seguían pasando y Maria Concepción sentía que su nombre era inadecuado, a pesar de ser muy joven le causaba frustración el hecho de no poder darle un hijo al esposo que siempre la trató bien. Su frustración crecía aún más cuando se dio cuenta que la gente la trataba de ‘mula’ por no poder tener hijos. La desesperada mujer buscaba modos de quedar fecunda y escuchó de una bebida denominada ‘Pasñacha Ájha’ (una mezcla de chicha, huevo y cerveza) y no había día en el que la pareja no tome tan singular bebida. Asi mismo decía la gente que consumir cerveza de malta o también miel de abeja podía ayudar a las mujeres a quedar embarazadas, y es por eso que la miel y cerveza negra nunca faltaron en la casa de la Familia Ingunza, pero el heredero nunca llegaba. Maria Concepción se sentía muy triste ya que finalmente había llegado a la edad de 40 años y nunca pudo engendrar, por su parte Don Juan ya bordeaba los 60años y veía nulas las posibilidades de ser papá.

A pesar de las circunstancias la pareja nunca perdió la Fé en Dios y siempre actuaron con benevolencia. Era el mes de diciembre e irónicamente Maria Concepción cumplía años el octavo día del último mes del año y una lluvia intensa caía sobre la ciudad imperial, ruidos extraños se escuchaban en el portón principal de la Casa de la Familia Ingunza y Cabrera, por momentos parecía el relinche de un caballo, y por momentos parecía el rebuzno de un burro, hasta que finalmente vieron entrar en la casa a una mula que llevaba una caja en el lomo, todos tenían miedo de acercarse al animal y fue precisamente María Concepción quien sin miedo alguno se acercó a la mula y pudo bajar la caja que traía encima, al abrir dicha caja todos quedaron maravillados puesto que en ella había una hermosa imagen que representaba a la Virgen Inmaculada Concepción, Don Juan y María se sintieron bendecidos y decidieron colocar la imagen de la Virgen sobre el portón de su casa para que todos los que pasaran por ahí la pudieran ver. Nueve meses después de tan curioso acontecimiento María Concepción estaría entrando en labores de parto y dio a luz a un hermoso bebé que llenó de gran alegría la Casona que antes se veía triste, una casona en cuya puerta principal había la imagen de la Virgen de la Concepción y por la cual hasta el día de hoy los cusqueños conocemos a la calle donde se ubica esta casona como “CONCEVIDAYOQ”.


martes, 13 de septiembre de 2022

HISTORIAS DE CUSCO - HISTORIA EN LAS NAZARENAS

 FUGA DE LAS NAZARENAS - Calle 7 culebras.

En nuestra ciudad del Cusco vivía una mujer muy pobre que respondía al nombre de Bertha, lamentablemente aquella mujer vivía de la caridad de la gente y para empeorar su situación, con el pasar del tiempo, la barriga le iba creciendo, en pocos meses ya era innegable su embarazo. La pobre mujer tuvo sus dolores de parto en aquella plaza que llaman de las Nazarenas, ante sus quejidos fueron las hermanas del Beaterio quienes la acudieron y le ayudaron en sus labores de parto, dando a luz a una hermosa niña, tristemente aquel mismo día la indigente Bertha falleció víctima de los esfuerzos realizados y la mala alimentación que siempre recibió.

La recién nacida fue bautizada con el nombre de Paulina y fue criada dentro de los muros de aquel Beaterio, donde recibió comida y educación con los más altos principios de obediencia.

Los años pasaron y Paulina ya era una señorita que sentía culpa en su corazón, sabía que no tenía a nadie en el mundo, las hermanas del Beaterio siempre la trataron bien, nunca le faltó nada, ya faltaba poco para cumplir la mayoría de edad y sólo tenía dos caminos. El primero era permanecer en el Beaterio, pero para ello debería hacer un juramento de castidad y entrega a la vida cristiana, el segundo camino y el que más deseaba ella era salir de aquel encierro y llevar una vida en familia, casarse y tener hijos, pero lamentablemente su situación económica y de soledad no le daba más remedio que elegir el primer camino.

Paulina se convirtió en miembro del Beaterio de las Nazarenas, y así comenzó su vida cristiana.

Por esos mismos años, en el Cusco vivía Doña Nieves Mora de Pacheco, una mujer muy adinerada, a cuyo paso se originaban comentarios de respeto y admiración ya que siempre llevaba finos vestidos y alhajas hechas en piezas de oro y plata. Ella era una mujer muy fiel a la iglesia, y periódicamente llenaba de regalos al rector del Seminario de San Antonio Abad, ese seminario que está ubicado en la Plaza Nazarenas (hoy en día Hotel Monasterio). Resulta que el hijo de Doña Nieves era estudiante en ese Seminario, y era deseo de su madre algún día tener por hijo a un sacerdote, los regalos hacia el rector eran precisamente para que tuviesen cuidado en la educación e instrucción de aquel colegial que respondía al nombre de Diego.

Exitosamente los regalos de Doña Nieves dieron fruto, pues a portas de celebrar la fiesta de la Virgen del Tránsito, el mismo Obispo del Cusco confirió la Orden del Diaconato al estudiante Diego Pacheco y Mora, convirtiéndose inmediatamente en el nuevo y flamante Diácono encargado de las misas cantadas en el Beaterio de las Nazarenas.

Es precisamente en la misa de fiesta en honor a la Virgen del Tránsito, en la que participan todas las beatas de las Nazarenas, mientras el Capellán realiza la ceremonia, llega el momento de entregar la hostia a todos los que van a comulgar, para ello el Diácono lleva en la mano izquierda una vela y en la derecha la patena (una especie de paleta para evitar que la hostia cayera al piso al momento de recibirla). Toca el turno a las beatas, quienes comienzan a recibir la hostia consagrada, acto que es interrumpido por un fuerte ruido, el Diácono había dejado caer la patena en el piso, Diego había quedado sorprendido por la belleza de una de las beatas, nunca antes habia visto a una mujer tan hermosa (así es amigo lector, Diego había visto a Paulina).

El Capellan lanzó una mirada fría sobre el Diácono, quien continuaba abobado con la belleza de aquella Beata, pero no tardó en darse cuenta de su error y presurosamente recogió la patena y se pudo continuar con la ceremonia.

Definitivamente aquel día fue imborrable para ambos jóvenes, en el caso de Diego, se dio cuenta que la vida religiosa NO era para él, quería enamorarse y casarse alguna vez con una mujer tan bella como la que había visto. En el caso de Paulina, pudo darse cuenta que hasta un joven tan apuesto como Diego puede fijarse en ella a pesar de su situación.

Desde aquel día Diego perdió el interés en ser sacerdote, solo le interesaba acercarse aquella hermosa beata y declararle su amor. Es por ello que se contacta con la portera del Beaterio, una mujer madura que presumía honradez y respondía al nombre de Luisa, era la persona indicada puesto que conocía a todas las beatas. Los regalos de Doña Nieves para el rector del Seminario, siempre pasaban primero por las manos de Diego, y es oportuno para el muchacho cambiar el destino de esos regalos, pues ahora todo se lo daba a la portera de nombre Luisa, gracias a ello pudo ser posible la comunicación entre ambos jóvenes a través de notas y cartas.

Es sabido que existe un callejón de metro y medio de ancho que separa el seminario con el Beaterio, aquel callejón se llama 'Siete culebras', sobre este callejón existe un arco de piedra que une ambas edificaciones, si no fuese por el tejado que lleva encima, dicho arco más parecería un puente que une ambos lugares puesto que frente a frente se tienen dos ventanas casi fronterizas.

Gracias a las cartas y a este arco de piedra, los jóvenes enamorados pudieron hacer posible múltiples encuentros dentro de las instalaciones del Beaterio, encuentros que profundizaron el amor que ambos sentían.

Una mañana, la Priora de las Nazarenas pasaba por aquella ventana fronteriza y pudo notar que habían tejas rotas sobre el arco de piedra, así mismo sobre aquel ventanal pudo divisar huellas de manos y pisadas de un intruso que de seguro provenía de enfrente.

Inmediatamente el rector del seminario fue llamado al Beaterio y la Priora muy preocupada informó lo sucedido, y como era difícil averiguar quién era el intruso por la cantidad de alumnos que tenía la institución, pues decidieron tapiar ambas ventanas y así evitar ese tipo de actos vergonzosos para el prestigio de la iglesia.

Una vez más fue necesario la participación de la portera, quien entregaba las notas y cartas entre los jóvenes enamorados, donde finalmente decidieron abandonar los votos y uir rumbo a la felicidad.

El plan se había elaborado, Luisa los iba ayudar a escapar, en la calle San Agustín la portera del Beaterio había alquilado un cuarto donde deberían llegar ambos jóvenes después del escape, la beata pudo escapar fácilmente con ayuda de Luisa, ni bien salió se dirigió a la calle San Agustín donde debería esperar a su amado. Por su parte Diego quien aparentemente tenía un camino más fácil, tuvo varios inconvenientes, una inspección inesperada por parte del rector, una inesperada visita en su celda por uno de sus compañeros seminaristas a quien no supo cómo evadir, despues de unas horas de ansiedad finalmente se vio sólo y comenzó a desplazarse por los corredores del seminario, abriendo cerrojos y portones, tratando de hacer el menor ruido posible y finalmente se vio en la calle donde unos perros comenzaron a ladrar y Diego tuvo que correr para evitar las mordidas y así poder llegar a la calle San Agustín.

De acuerdo al plan, a la mañana siguiente la portera Luisa debía ir al cuarto alquilado para seguir ayudado a los jóvenes enamorados, y cuando ingresa en la habitación ve sobre la cama algo que la llena de espanto, pues estaban tendidos y muy bien planchados un hábito de beata y una sotana, lo cual sólo podía significar una cosa, que el demonio se había llevado a los infiernos al sacrílego seminarista y a la beata por haber quebrantado sus votos religiosos, puesto que ese hecho era suficiente para estar condenado siempre.

Pasaron unos meses, y en una mañana fría en nuestra ciudad, llega una carta para el rector del seminario en la cuál dice:

"Infinito es mi agradecimiento por haber aceptado a mi hijo como miembro del Seminario, lamentablemente él ya no podrá volver puesto que se ha casado y ahora es muy feliz, tenga a bien éste último presente como muestra de gratitud, también hay otro para la Priora del Beaterio y uno especial para Luisa la portera. NMP".

domingo, 6 de febrero de 2022

HISTORIAS DE CUSCO - Mateo Pumacahua Inca Chihuantito

 Don Mateo Pumacahua Inca Chihuantito


Mateo Pumacahua fue un noble indígena de Chinchero, nacido en el siglo XVIII en el Ayllu Pongo Ayarmaca. Hijo de Don Francisco Pumacahua Inca y de Doña Agustina Chihuantito. Sostenía que por parte de madre era descendiente del sapa inca Huayna Cápac y por parte de padre del curaca Inca Tocay Cápac.


Genealogía:


Mateo Pumacahua sostenía que los antepasados de su madre, los Chihuantito iniciaban su expediente de nobleza con una Real Cédula de 1544, por el cual se legitimaba a los hijos naturales de Don Cristóbal Paullo Túpac Inca como descendientes de Huayna Cápac. Según Pumacahua en 1557 su antepasado Don Juan Pumacahua solicitó a la Corona su reconocimiento como indio noble por descender del curaca de los Ayarmaca y tras una larga probanza exitosa en 1564 se le daba el reconocimiento y por lo tanto los privilegios, aquellos que fueron ratificados también por el virrey Álvarez de Toledo. En 1660 los Chihuantito Inca, sus antepasados, recibieron el privilegio de usar la mascaypacha en ceremonias.


Controversia Genealógica:


Según María Rostworowski el cacique Pumacahua es uno de los tantos nobles indígenas del siglo XVIII cuya ascendencia es dudosa, señala esto debido a las discrepancias documentales que encontraron Ella Dunbar Temple, Raúl Porras Barrenechea y ella misma (Maria Rostworowski) en los archivos del Cuzco, Lima y España. Para Rostworowski, así como para Dunbar Temple, la ascendencia que se atribuyó Pumacahua es falsa, y que en algún momento de los siglos XVII y XVIII su padre o abuelos falsificaron documentos para entroncarse con la descendencia de Tocay Cápac y Huayna Cápac, por tanto lo más probable es que viniese de una familia de nobles de bajo rango del Ayllu Pongo.


Carrera:


Mateo Pumacahua asumió el Cacicazgo y Gobernación de Chinchero, Maras, Sequechaca, Guayllabamba y Umasbamba al morir su padre. Se dedicó a la agricultura, ganadería, comercio y a la milicia territorial.


Mateo Pumacahua no tuvo mayor relevancia sino hasta el estallido de la Gran Rebelión de 1780, convirtiéndose en uno de los grandes comandantes militares de su tiempo. Como Capitán de la milicia virreinal fue una pieza clave en la defensa del Cuzco y en la derrota del proclamado José I Túpac Amaru Inca. Además Pumacahua tuvo una importante participación en las Campañas de Pacificación del Sur y en las Campañas del Alto Perú contra las tropas de Andrés Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza y los Katari.


Su fama y prestigio hizo que lograra ser ratificado en su ascendencia incaica por el gobierno, siendo admitido en el Consejo de los 24 Electores Incas del Cusco y elegido Alférez Real de los Naturales en el año 1802. Además de ello, el rey Carlos III de la Casa de Borbón le otorgó una pensión vitalicia y recibió más adelante el rango de “Brigadier General del Ejército”.


Pumacahua Inca llegó a ser Presidente Interino de la Real Audiencia del Cusco, y tras una corta resistencia terminó por mostrarse a favor de la Constitución Española de 1812 que concedía la ciudadanía española a los indios, abolía los tributos, el sistema de cacicazgos, la mita, entre otras cosas. Pumacahua fue reclutado por José Ángulo para integrar la Junta de Gobierno del Cuzco.


Mateo Pumacahua participó de la Rebelión de 1814, según Dávalos y Lissón con el grado de “Mariscal de Campo". Derrotó a las fuerzas del rey en la Batalla de la Apacheta y ocupó Arequipa. Ante el avance del grueso del Ejército del Perú, Pumacahua decidió abandonar Arequipa y replegarse a Puno. En la Batalla de Umachiri las tropas de Pumacahua fueron derrotadas y él fue capturado en Sicuani. A pesar de que trató de justificarse, alegando haber sido engañado por los Angulo fue condenado y ejecutado el 17 de marzo de 1815 por los cargos de "rebelión y alta traición al Rey y a la Nación", siendo descuartizado y sus restos expuestos para escarmiento de los rebeldes.


“Concluyo por el Rey a que sea condenado a sufrir la pena a que sea ahorcado, cortada su cabeza que deberá conducirse a la capital del Cusco para que se exponga en una pica a la vista del público y que su cuerpo se queme hasta reducirse a ceniza". (Ponferrada, 1815).

Mateo Pumacahua Inca Chihuantito





sábado, 4 de septiembre de 2021

Historias de Cusco - Pagando culpas

 PAGANDO CULPAS 

En el año 1892, vivía en el Valle Sagrado del Cusco, en la zona que hoy conocemos como Huayllabamba, un hacendado que respondía al nombre de Evaristo Ortiz de Orué. Se trataba de un hombre muy rico pero que no sentía amor por nadie, llegó a tener mas de 14 hijos en diferentes mujeres, muchas de ellas sometidas a sus bajos instintos. 

Cuando Evaristo cumplió la edad de 55años, vio nacer a uno de sus numerosos hijos, curiosamente la mamá de éste último niño falleció mientras daba a luz, y Evaristo algo molesto no tuvo más remedio que hacerse cargo del pequeño. Para suerte de la criatura, era muy evidente que el bebé había heredado hasta los más mínimos rasgos físicos del hacendado Ortiz, tanto fue su agrado al verlo que lo hizo bautizar con su mismo nombre (Evaristo Ortiz de Orué hijo).

Con el pasar de los años el pequeño Evaristo fue creciendo y fue adoptando muchos de los comportamientos de su progenitor. Llegó a la edad de 16años y su padre vió por conveniente enviarlo a la ciudad del Cusco donde también tenía una casa en lo que hoy forma parte del distrito de Santiago y quedó al cuidado de su padrino (Don Marcial Ruiz). 

Siendo el joven Evaristo el engreído del hacendado, vió por conveniente poner a su servicio alguien que le pueda preparar la comida, alguien que le pueda lavar la ropa y que limpie la casa mientras el heredero se dedicaba al estudio. Fue el mismo Evaristo hijo quien seleccionó a la persona indicada para la realización de esas labores, doña Elvira fue la elegida quien solicitaba un pago de 3 monedas de oro por sus labores, a lo que el joven Evaristo le dijo que le pagaría 6 monedas de oro, pero con la condición que la realización de sus tareas sea impecable, caso contrario le descontaría por cada error que pudiese cometer, doña Elvira puso todo su empeño aludiendo que el joven heredero del hacendado era muy gentil y dadivoso, valía mucho la pena hacer el mejor esfuerzo. Finalmente llegó el dia de la paga, y Evaristo hizo llamar a la laboriosa Elvira quien muy contenta acudió a recibir su pago sin esperar que el joven Ortiz tuviese una enorme lista de reclamaciones como: la comida que hacia estaba muy salada, la limpieza estaba mal hecha, que su ropa estaba mal lavada y que el mismo tuvo que volver a lavar su ropa mas de una vez, y lo peor de todo es que se la había perdido objetos valiosos de la casa y que la única extraña ahí era doña Elvira, asi que por consideración a sus canas no la denunciaba y era mejor que se vaya antes que comience a cobrarle todo lo que se había perdido. La desconsolada Elvira salió de la casa echando lagrimas que maldecían el mal actuar del inconsciente joven Ortiz.

Los años pasaron y el hacendado ya había fallecido y su heredero se había convertido en un hombre digno de su padre, solo sentía amor por si mismo. 

Margarita Medina era una muchacha muy bella y enamoradiza, quizás tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de un hombre como Evaristo, quien le había prometido poner la luna y las estrellas a sus pies, promesas de amor que cautivaron a la muchacha e hicieron que se entregue en cuerpo y alma hasta el punto de quedar embarazada. 

Tal como había hecho su padre, en esta oportunidad Evaristo Ortiz de Orué hijo, había negado toda responsabilidad, increpó a la joven Margarita diciendo que busque al verdadero padre de la criatura porque él no estaba dispuesto a reconocer hijos ajenos, quitándole a la muchacha las ganas de vivir y empujándola a cometer una locura (colocó su cuello en una cuerda y se ahorcó estando embarazada). 

Pasaron muchos años para que Evaristo recapacite y se de cuenta del daño que había causado a personas inocentes, se culpó a si mismo y pedía a gritos la manera mas razonable de pagar sus errores, su conciencia lo atormentaba y quizás fue algo tarde para arrepentirse y condenar los actos que el mismo había cometido, pues se propuso ayudar a todo aquel que sea sometido a cualquier tipo de abuso.

Era una noche del mes de junio en el Cusco, y un viento helado acompañaba a un hombre que cruzaba la plazoleta de Santiago e iba rumbo a la casona de Evaristo con quien solicitó audiencia indicando que debía comunicarle actos de abuso por parte de una persona desalmada. Evaristo acudió inmediatamente al llamado del misterioso visitante que respondía al nombre de Juan, quien después de pedir una disculpa indicó que necesitaba la valiosa opinión del dueño de casa.

Juan comenzó a describir los actos terribles de un indeseable que se había aprovechado de los menos privilegiados, así mismo el susodicho se había desentendido de las responsabilidades que debía cumplir, y hasta llegó a causarle la muerte a una inocente. “Me han dicho que Ud. es un hombre justo, y es por esa misma razón que estoy aquí solicitando su opinión. ¿Cuál debería ser el castigo para tan cruel personaje?”. Evaristo nuevamente comenzó a sentir culpas y se limitó a decir “Solo hay una manera de hacer justicia con tan cruel personaje, pues tiene muy merecida la muerte”. A lo que Juan respondió “Eso mismo pienso yo”, sacando una daga que incrustó en el pecho de Evaristo continuó diciendo “Mi nombre es Juan Medina y vine en busca de justicia, has causado mucho dolor en personas inocentes y por tu culpa murió mi hermana Margarita”.


Vista panorámica de la Ciudad de Cusco, con dirección al distrito de Santiago. 

martes, 20 de julio de 2021

HISTORIA DE CUSCO, VÍRGENES, SOMBRILLAS, ÁNGELES Y QUERUBINES

 SOMBRILLAS, ANGELES Y QUERUBINES.

Nuestras fiestas y tradiciones en el Cusco mantienen una iconografía rica en significado que refleja el respeto de los antiguos quechuas por la pachamama y los atributos andinos que a pesar de la imposición de una nueva visión religiosa, han generado sin darse cuenta algo extraordinario que tenemos hasta el día de hoy.

Todos en algún momento hemos visto en Cusco a nuestras advocaciones marianas pasearse en procesiones acompañadas de angelitos sosteniendo una sombrilla, querubines saltarines siguiendo la procesión. Definitivamente tiene un motivo.

¿Por qué? ¿A que se debe? ¿Qué significado tiene?

Los orígenes de esta iconografía viene de los antiguos quechuas quienes al ser evangelizados por los españoles llegaron a conocer a la virgen Maria, la madre de nuestro señor Jesucristo, a quien se le debe venerar puesto que de ella nace nuestro salvador. Los antiguos quechuas no entendían lo que los españoles pretendían enseñar, lo único que podían asimilar es que debían respeto a la imagen de una mujer (como lo era la Coya), pero no cualquier mujer, sino alguien que da vida (como lo hacia la PachaMama). Los españoles mostraron la imagen de la virgen Maria sujetando en brazos al niño Jesus (para los quechuas representaba la fertilidad).

Los quechuas en su cabeza trataban de ver lo que los españoles veían y aparentemente aceptaban la nueva imposición religiosa, pero en realidad lo que hacían era adaptar la veneración de las antiguas deidades andinas reflejados en las nuevas imágenes traídas de España.

La Virgen Maria sujetando al niño Jesús en brazos representa la Pachamama, la fertilidad y a la Qoya. Es por ello que se le coloca la “Achiwa” o sombrilla, la cual antiguamente era en base a plumas y flores andinas la cual era sostenida por el “Kumillo” (personaje andino de baja estatura). Hoy en día vemos que la sombrilla es de pana pero siempre reflejando la flora andina, y es sostenida por un arcángel. Nunca por nunca se puede poner sombrilla a la Inmaculada (por que aun no tiene niño), tampoco a la Asunta (por que ya no tiene al niño en brazos), mucho menos a las santas (que no representan a Maria). Cada imagen en Cusco representa a un Apu o mantiene un significado muy andino y son considerados los protectores de la Ciudad y de su gente. Según la creencia popular, cada año se tiene una reunión de éstos protectores quienes también mantienen rangos, unos mas importantes que otros, y definitivamente la representación de Maria con el Niño es de gran importancia y respeto. Mientras los españoles veneraban a la santísima virgen Maria, los antiguos quechuas veneraban a la Pachamama. Hoy en dia nosotros los actuales cusqueños veneramos ambas visiones en una sola.

El angelito saltarin que vemos tras de nuestras Virgenes en Cusco es conocido como 'Quillquito', y es el personaje encargado de tocar el pututu en la catedral para el inicio de la reunion de Santos y virgenes en el Corpus Christi. Se dice también que el Quillquito en realidad muestra el camino en el cual andamos los seres terrenales, puesto que nos encontramos en este mundo balanceandonos entre el cielo y el infierno (el bien y el mal, por arriba el arcangel, y por abajo el demonio).

Es importante conocer la iconografía andina plasmada en los santos europeos que protegen nuestra ciudad del Cusco.



domingo, 18 de julio de 2021

ESCUELA CUSQUEÑA

 ESCUELA CUSQUEÑA

La escuela cusqueña es una célebre escuela de pintura surgida en la ciudad virreinal del Cusco. Fue quizás la más importante de la América colonial española; se caracteriza por su originalidad y su gran valor y el artístico resultado de la confluencia de dos corrientes poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indígenas y mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.

El aporte español, y en general europeo, a la escuela cuzqueña de pintura, se da desde época muy temprana, cuando se inicia la construcción de la gran catedral de Cusco. Es la llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, sin embargo, la que marca un primer momento del desarrollo del arte cusqueño. Este jesuita introduce en el Cusco una de las corrientes en boga en Europa de entonces, el manierismo, cuyas principales características eran el tratamiento de las figuras de manera un tanto alargada, con la luz focalizada en ellas.

Durante sus dos estancias en el Cusco, Bitti recibió el encargo de hacer el retablo mayor de la iglesia de su orden, reemplazado por otro después del terremoto, y pintó algunas obras maestras, como La coronación de la Virgen, actualmente en el museo de la iglesia de La Merced, y la Virgen del pajarito, en la catedral.

Otro de los grandes exponentes del manierismo cuzqueño es el pintor Luis de Riaño, nacido en Lima y discípulo del italiano Angelino Medoro. A decir de los historiadores bolivianos José de Mesa y Teresa Gisbert, autores de la más completa historia del arte cusqueño, Riaño se enseñorea en el ambiente artístico local entre 1618 y 1640, dejando, entre otras obras, los murales del templo de Andahuaylillas. También destaca en estas primeras décadas del siglo XVII, el muralista Diego Cusihuamán, con trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos.

El barroco en la pintura cusqueña es sobre todo el resultado de la influencia de la corriente tenebrista a través de la obra de Francisco de Zurbarán y del uso como fuente de inspiración de los grabados con arte flamenco provenientes de Amberes. Marcos Ribera, nacido en el Cusco en los años 1830, es el máximo exponente de esta tendencia. Cinco apóstoles suyos se aprecian en la iglesia de San Pedro, dos en el retablo mayor y otro en un retablo lateral. El convento de Santa Catalina guarda La Piedad, y el de San Francisco, algunos de los lienzos que ilustran la vida del fundador de la orden, que pertenecen a varios autores.

La creciente actividad de pintores indios y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el término de escuela cusqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. Esta pintura es "cusqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo y sigue su propio camino.

Este nuevo arte cusqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez primera, de la flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de caciques indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un desentendimiento de la perspectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.

Discípulo en Lima del italiano Angelino Medoro, Riaño se instaló en el Cusco hacia 1630, donde sus técnicas y temáticas fueron muy influyentes.

Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura cusqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de pintores que termina con el apartamiento de los pintores indios y mestizos debido, según ellos, a la explotación que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del gremio, los artistas indios y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.

La serie más famosa de la escuela cusqueña es, sin duda, la de los dieciséis cuadros del Corpus Christi, que originalmente estuvieron en la iglesia de Santa Ana y ahora se encuentran en el Museo de Arte Religioso del arzobispado, salvo tres que están en Chile. De pintor anónimo de fines del siglo XVII (algunos investigadores los atribuyen a los talleres de Quispe Tito y Pumacallao), estos lienzos son considerados verdaderas obras maestras por la riqueza de su colorido, la calidad del dibujo y lo bien logrados que están los retratos de los personajes principales de cada escena. Por si fuera poco, la serie tiene un enorme valor histórico y etnográfico, pues muestra en detalle los diversos estratos sociales del Cusco virreinal, así como gran cantidad de otros elementos de una fiesta que ya entonces era central en la vida de la ciudad.

El pintor indígena más original e importante es Diego Quispe Tito, nacido en la parroquia de San Sebastián, aledaña al Cusco, en 1611 y activo casi hasta finalizar el siglo. Es en la obra de Quispe Tito que se prefiguran algunas de las características que tendrá la pintura cuzqueña en adelante, como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes desconocido del paisaje y la abundancia de aves en los frondosos árboles que forman parte del mismo. El motivo de las aves, sobre todo del papagayo selvático, es interpretado por algunos investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina o, en todo caso, alude a la nobleza incaica.

La parte más valiosa de la obra de Quispe Tito se encuentra en la iglesia de su pueblo natal, San Sebastián. Destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, en la nave principal del templo. De gran maestría son, asimismo, los dos enormes lienzos dedicados a San Sebastián, el del asaetamiento y el de la muerte del santo. Famosa es, por último, la serie del Zodiaco que el artista pinta para la catedral del Cusco hacia 1680.

Otro de los gigantes del arte cusqueño es Basilio Santa Cruz Puma Callao, de ascendencia indígena como Quispe Tito, pero a diferencia de este, mucho más apegado a los cánones de la pintura occidental dentro de la corriente barroca. Activo en la segunda mitad del siglo XVII, Santa Cruz deja lo mejor de su obra en la catedral, pues recibe el encargo de decorar los muros del costado del coro y de los brazos del transepto. En el cuadro de la Virgen de Belén, ubicado en el coro, sobresale un retrato del obispo y mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo que es considerado por los especialistas obra capital de la escuela cusqueña de pintura.

Tal es la fama que alcanza la pintura cusqueña del siglo XVII, que durante la centuria siguiente se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no solo en el arte sino en la economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes cantidades por encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo, Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma, por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura "ordinaria" para diferenciarla de la pintura "de brocateado fino", de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.

El artista cusqueño más importante del siglo XVIII es Marcos Zapata. Su producción pictórica, que abarca más de 200 cuadros, se extiende entre 1748 y 1764. Se considera su obra cumbre a cincuenta lienzos de gran tamaño que recubren los arcos altos de la catedral del Cusco, donde destacan como elementos decorativos la abundante flora y fauna de la sierra y selva peruanas.

El singular desarrollo artístico esbozado hasta aquí ha llevado a los ya mencionados José de Mesa y Teresa Gisbert a afirmar que

"el fenómeno cuzqueño es único y señala en lo pictórico y cultural el punto en que el americano enfrenta con éxito el desafío que supone la constante presión de la cultura occidental".